viernes, 18 de febrero de 2011

EN BUSCA DE UN AZTLAN

La primera vez que escuché hablar Spanglish no conocía nada ni de los chicanos, ni de las otras minorías latinas de los EE.UU, así que solo me quedé con la idea de que aquella chica que estaba siendo entrevistada acerca del atentado del 11 de septiembre había sido capaz de cambiar de código, es decir, pasar del español al inglés y viceversa, con toda naturalidad, como si las dos lenguas formaran una sola. Me llamó tanto la atención este fenómeno lingüístico que decidí investigar para así, poder entender el por qué de esta alternancia de código. No me centraré en cuestiones lingüísticas, simplemente mencionar que el spanglish es una variedad híbrida entre español e inglés en la que podemos encontrar no sólo cambio de código sistemático, sino también la creación de nuevos vocablos, con base o lexema, generalmente en inglés, mediante un proceso derivativo, en muchos casos por sufijo en español.
Fueron muchas las personas que me preguntaron que de dónde venía ese interés por el spanglish y por el mundo chicano, un mundo a primera vista lejano para mí. El hecho de que muchos grupos estudiantiles e intelectuales reivindicaran el uso del spanglish como símbolo de identidad me atrapó por completo, y cuando leí que esta reivindicación se acogía al mito de Aztlán, nació en mí tal entusiasmo que sentí la necesidad de profundizar en el tema, así que empecé a estudiar sobre los orígenes del pueblo azteca. El tema es fascinante, evidentemente, pero no fue hasta el año pasado que me puse a analizar el motivo real por el cual no podía dejar de leer sobre los latinos de los EE.UU, y más concretamente, sobre los chicanos.
Tras una larga reflexión me di cuenta de que me veía reflejada en la imagen del "pocho", y que a su vez, envidiaba al chicano, y es que a pesar de la distancia, tanto unos como otros somos hijos de inmigrantes y mantenemos una lucha interna entre la lengua materna y la lengua de nuestra tierra.
Soy hija de marteño y de cordobesa, dos andaluces que abandonaron su tierra con 11 y 3 años respectivamente. Completamente integrados en la sociedad catalana, reconocen sentirse más de aquí que de la tierra que los vio nacer. Yo crecí entre Badalona y Santa Coloma de Gramenet, conocida como la pequeña Andalucía por el proceso de inmigración masivo de sureños que sufrió en las décadas de los '60 y '70.
Crecí en un ambiente castellanohablante. La lengua que utilizaba tanto en el ámbito familiar como en el social era siempre el castellano. No fue hasta los 18 años que empecé a plantearme mi propia identidad. Al empezar mis estudios en la universidad, vi que la mayoría de estudiantes hablaban en catalán, y fue en el momento de expresarme exclusivamente en esta lengua cuando me di cuenta de la inseguridad que me invadía a la hora de hablar con profesores y compañeros. Esta inseguridad hirió mi orgullo. Yo era catalana, y por lo tanto, no podía vacilar a la hora de hablar en la lengua de mi tierra, una lengua que conocía perfectamente, pero que nunca practicaba.
Con 18 años, me resultaba imposible dirigirme a mis padres o a mis amigos en catalán, así que empecé a hablar en catalán con mi perro. Utilizaba el catalán en momentos de juego, o en frases afectivas, sin embargo, cuando me enfadaba y le regañaba lo hacía, y lo hago, en español. Esto me recuerda a un fragmento de la obra de Carlos Fuentes La frontera de cristal:


"... y cuando empezó a escribir, a los diecinueve años le preguntaron y se preguntó, ¿en qué idioma, en inglés o en español? Y primero dijo en algo nuevo, el idioma chicano, y fue entonces cuando se dio cuenta de lo que era, ni mexicano, ni norteamericano, era chicano, el idioma se lo reveló, empezó a escribir en español las partes que le salían de su alma mexicana, en inglés las que se le imponían con un ritmo yanqui, primero mezcló, luego fue separando, algunas historias en inglés, otras en español, dependiendo de la historia, de los personajes, pero siempre unido todo, historia, personajes, por el impulso de José Francisco, su convicción: Yo no soy mexicano. Yo no soy gringo. Yo soy chicano. No soy gringo en Estados Unidos y mexicano en México. Soy chicano en todas partes. No tengo que asimilarme a nada. Tengo mi propia historia".

Como vemos José Francisco había encontrado su propia identidad en esa alternancia de códigos, en ese spanglish, sin embargo yo no podía encontrar mi propia identidad en catañol. A pesar de que mi sangre proceda del sur, nunca me he identificado con Andalucía. Por encima de todo soy catalana, pero en cierta manera siento que mis raíces no son tan profundas como las de los hijos de catalanes.
Hace un tiempo escribí un poema titulado Miedo a morir en el olvido, en el que el "Yo poético" pertenece a un joven chicano, sin embargo, yo me identifico por completo con aquellas palabras. También yo le recrimino a mi lengua materna, el español, su falta de comprensión, porque hay momentos en los que me descubro pensando en catalán, y me identifico con ambas lenguas a la vez. Hay momentos en los que prefiero decir palabras determinadas en catalán, porque es así como nacen en mí.
A continuación trataré de establecer ciertos paralelismos entre la lengua y la identidad del pueblo chicano, y la lengua y la identidad de los catalanes de segunda generación, como es mi caso.

Para hablar del movimiento chicano nos remontaremos al nacimiento del pueblo azteca y al mito de Aztlán. El pasado del pueblo azteca antes de que se fundara la ciudad de Tenochtitlán es incierto. Son muchos los estudios históricos y antropológicos que tratan de esclarecer dicho pasado. Según Ramón Vallverdú, arqueólogo especializado en arte rupestre,
"Todo parece indicar que entorno al S. X, el aumento de la aridez en las regiones septentrionales propició la migración hacia el sur de los pueblos de habla náhuatl, como lo confirma la misma "peregrinación" de los aztecas, que desde Aztlán, en la "gran Chichimeca" (el norte), ascendieron por los valles de la Sierra Madre Occidental hasta el altiplano.
Hacia el primer milenio los mexicas se hallaban bajo el dominio militar de Tula, iniciando así la tradición Tolteca-chichimeca, pero estos refugiados escaparon hacia la tierra de los volcanes, donde localizaron la magnífica cuenca del lago Texcoco, un paraíso situado a más de 2000 m de altitud, con una extraordinaria biodiversidad. En este vergel acuático hallaron la tierra soñada por su dios Mexi, más conocido como Huitzilopochtli, donde debían establecerse definitivamente".

A partir de aquí debemos dar un paso adelante en la historia hasta 1519, con Hernán Cortés y la conquista de la Nueva España. Tras la invasión de los españoles, fueron muchos los aztecas que decidieron regresar a su lugar de origen, Aztlán.
La última fecha clave es el 2 de febrero de 1848, cuando tras dos años de guerra entre Estados Unidos y México se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, a través del cual México perdió la mitad de su territorio, que pasó a formar parte de los Estados Unidos, junto con los casi 80.000 mexicanos que vivían en esa zona, es decir, que un día fueron a dormir como mexicanos, y al día siguiente se levantaron siendo estadounidenses. A pesar de que según el Tratado de Guadalupe Hidalgo iban a respetar la lengua y las costumbres de los ciudadanos, una vez firmado el acuerdo, los estados del suroeste fueron invadidos por la lengua y la cultura anglosajona.
Fruto de la convivencia de las dos culturas se produjo un mestizaje, no sólo en la lengua sino también en las costumbres. Este hecho generó una cierta antipatía por parte de los mexicanos del sur hacia sus vecinos del norte, los denominados norteños, o más peyorativamente pochos.

Antonio Luna García, en su participación en el curso La Frontera, lengua, cultura e identidad, dijo acerca de los pochos:

" Los norteños, que es como se les llama a los mexicanos del norte, están considerados por el resto de mexicanos como muy diferentes a ellos, y se les acusa de estar muy americanizados o "agringados".
(...) El idioma también se convirtió en un importante elemento diferenciador de la identidad de esta región bicultural. Mientras que en muchas zonas del sur de Estados Unidos y en los centros urbanos cercanos a la frontera el español era y es el primer idioma de muchos de sus habitantes, el inglés se convirtió ya a f. S. XIX en el idioma de los negocios".

Me gustaría centrarme un poco en la figura del pocho, dejando a un lado el carácter peyorativo que como hemos visto tiene esta palabra, y es que en un primer momento el pocho se encuentra perdido en la frontera, tanto política como lingüística. Tras el tratado de Guadalupe Hidalgo, miles de mexicanos perdieron su identidad, aunque jamás olvidaron sus raíces. Aislados en la frontera, mal vistos por los hermanos del sur, y por los vecinos del norte, olvidados, entre dos pueblos, dos tradiciones. Sin poder aferrarse ni a un lado de la frontera ni al otro, y sin embargo, formando parte de los dos lados del Río Bravo o Grande, según desde qué orilla se mire.

Octavio Paz, dice en su obra El laberinto de la soledad acerca de los pachucos:

"Como es sabido, los pachucos son bandas de jóvenes, generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del sur y que se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje. Rebeldes instintivos, contra ellos se ha cebado más de una vez el racismo norteamericano. Pero los pachucos no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud revela una obstinada y casi fanática voluntad de ser, esa voluntad no afirma nada concreto sino la decisión ambigua, como se verá, de no ser como los otros que los rodean. El pachuco no quiere volver a su origen mexicano, tampoco – al menos en apariencia – desea fundirse a la vida norteamericana".

Estamos frente a un pueblo sin identidad. No fue hasta las décadas de los años '60 y '70, cuando a partir de la revolución de las diferentes minorías étnicas surgió en ellos un sentimiento de nación, de pueblo.
Gracias al movimiento chicano fueron muchos los intelectuales que empezaron a reivindicar una identidad propia. Ya no eran mexicanos, y nunca habían sido estadounidenses, eran chicanos.
Octavio Paz dice que:

"Cada uno de los grupos étnicos que forman la democracia multirracial que son los Estados Unidos posee su propia cultura y tradición y algunos de éstos, por ejemplo los chinos y los japoneses, no son occidentales. Esas tradiciones coexisten con la tradición central norteamericana sin fundirse con ella. Son cuerpos extraños dentro de la cultura norteamericana. Incluso, en algunos casos – el más notable es el de los chicanos – las minorías defienden sus tradiciones contra o frente a la tradición norteamericana. La resistencia de los chicanos no sólo es política y social, sino cultural".

Ilan Stavans recoge en su obra "The hispanic Condition" las palabras de Gómez-Quiñones, según el cuál:

"The forms and ethos of one art must be broken- the art of domination; another art must be rescued and fashioned- the art of resistance .… it is art that is not afraid to love or play due to its sense of history and future. It negates the exploitation of the many by the few, art as the expression of the degeneration of values for the few, the corruption of human life, the destruction of the world. At that point art is at the threshold of entering the dimensions of politics".

Fueron muchos los intelectuales que participaron en la redacción de uno de los manifiestos más importantes y reivindicativos que el pueblo chicano ha escrito. Me refiero al denominado Plan Espiritual De Aztlán. Veamos un fragmento:

"En el espíritu de una Raza que ha reconocido no sólo su orgullosa herencia histórica, sino también la bruta invasión gringa de nuestros territorios, nosotros los chicanos habitantes y civilizadores de la tierra de Aztlán, de donde provinieron nuestros abuelos sólo para regresar a sus raíces y consagrar la determinación de nuestro pueblo del sol, declaramos que el grito de la sangre es nuestra fuerza, nuestra responsabilidad y nuestro destino. Somos libres y soberamos para señalar aquellas tareas por las cuales gritan justamente nuestra casa, nuestra tierra, el sudor de nuestra frente y nuestro corazón. Aztlán pertenece a los que siembran la semilla, riegan los campos, y recogen la cosecha, y no al extranjero europeo. No reconocemos fronteras caprichosas en el continente de bronce. El carnalismo nos une y el amor hacia nuestros hermanos nos hace un pueblo ascendiente que lucha contra el extranjero gabacho, que explota nuestras riquezas y destruye nuestra cultura. Con el corazón en la mano y con las manos en la tierra, declaramos el espíritu independiente de nuestra nación mestiza. Somos la Raza de Bronce, con una cultura de bronce. Ante todo el mundo, ante Norte América, ante todos nuestros hermanos en el continente de bronce, somos una nación, somos una unión de pueblos libres, somos Aztlán".

Vemos como los hijos de los inmigrantes mexicanos encuentran una identidad propia que los une como pueblo gracias al mito de Aztlán. Algo que los hijos de inmigrantes nacidos en Cataluña no tenemos. Muchos de ellos utilizan el Spanglish, no por necesidad ni por contacto de lenguas, sino como reivindicación, como símbolo de identidad. Este fenómeno no se podrá dar nunca en Cataluña.
Aunque la influencia de una lengua sobre la otra y viceversa es evidente, y es un fenómeno lingüístico natural dentro de toda sociedad bilingüe, podemos realizar cambios de código, pero nunca lexicalizar vocablos parecidos a rufo, ganga o grosería, del inglés roof, gang y grocery.
Es fascinante ver como autores como Gustavo Pérez Firmat o la ya fallecida Gloria Anzaldúa reivindican mediante su poesía el uso del Spanglish. Gloria Anzaldúa dice en su obra Borderlands, La frontera:

" Con el destierro y el exilio fuimos desuñados, destroncados, destripados – We were jerked out by the rotos, truncated, disemboweled, dispossessed, and separated from our identity and our history.
(…) So, if you really want to hurt me, talk badly about my language. Ethnic identity is twin skin to linguistic identity. I am my language (…) Deslenguadas. Somos los del español deficiente. We are your linguistic nightmare, your linguistic aberration, your linguistic mestizaje, the subject of your burla. Because we speak with tongues of fire, we are culturally crucified. Racially, culturally and linguistically somos huérfanos- We speak an orphan tongue."

Anzaldúa continúa con su defensa diciendo:

"Chicano Spanish is a border tongue which developed naturally. Change, evolución, enriquecimiento de palabras nuevas por invención o adopción have created variants of Chicano Spanish, un nuevo lenguaje. Un lenguaje que corresponde a un modo de vivir. Chicano Spanish is not incorrect, it is a living language (...) neither español ni ingles, but both.

Veamos el poema de Gustavo Pérez Firmat:

"The fact that I am writing to you in English
Already falsifies
What I wanted to tell you.
My subject:
How to explain to you
That I don't belong to English
Though I belong nowhere else,
If not here in English."

Aunque hay algunos escritores que utilizan el Spanglish tanto en la poesía como en la prosa, son muchos los que toman la decisión de escribir en una lengua o en otra. Este fenómeno también lo observamos en escritores catalanes. Josep Pla, por ejemplo, tiene una gran obra en prosa en catalán, y también publicó algunos textos en castellano, o Joan Salvat-Papasseit publicó Humo de fábrica que es una recopilación de artículos de opinión de su primera época.
Evidentemente, la guerra civil supuso que autores destacados se viesen obligados a exiliarse, y publicar desde México, Buenos Aires, Bruselas, ... En 1940 Josep Carner publicó en México una primera versión castellana del poema Nabí y en 1941 por primera vez en catalán en Buenos Aires. En 1950 publicó en Bruselas una edición bilingüe en catalán y francés del libro Paliers en Bruselas.
Carles Duarte dice en su estudio Los catalanes ante el bilingüismo que:

"Si el exilio es lo que provoca que poetas catalanes publiquen en algunos casos poesías en otras lenguas, en Cataluña encontramos el esfuerzo de jóvenes generaciones (Joan Triadú, Jordi Sarsanedas, Joseph Palau i Fabre, Joseph Romeu...) por reconstruir el panorama literario en catalán, y así aparecen revistas literarias, como Poesía (1944) o Ariel (1946), y surgen iniciativas como las sesiones privadas de "Amics de la poesia" (1942) o el concurso de poesía de cantonigròs (1944)".

Y continúa:

"El aumento de la inmigración en Cataluña de personas de lengua castellana constituyen la razón de que la poesía en lengua castellana adquiriese en Cataluña una consistencia que no había tenido en el período anterior a la guerra civil. Nace la llamada "Escuela de Barcelona" con escritores célebres como Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral,..."

Otro escritor catalán destacado es Joan Perucho, quien decidió escribir en catalán a pesar de que ya había escrito algunos poemas en castellano por la situación de posguerra que vivía el país. Son las generaciones posteriores las que se asemejan más a los escritores chicanos en cuanto a conflicto lingüístico, ya que el uso de una lengua o de otra viene determinado más por cuestiones de identidad que por cuestiones políticas.
Duarte explica como:

"En los años sesenta surge en Cataluña una voz poética que ha llegado a ser punto de referencia para las últimas generaciones. Me refiero a Joan Margarit, poeta que inició su trayectoria publicando cuatro libros en castellano (...) A partir de 1981, Joan Margarit adoptó el catalán como lengua de expresión poética. (...)
Marta Pessarrodona, aunque publicó su obra poética en catalán ha reconocido que a los 14 años quería ser como García Lorca, porque entonces todavía escribía en castellano."

El propio Duarte confiesa que:

"Fruto de mi entorno escolar, empecé a escribir poesía en castellano, concretamente en 1973, que publiqué en diversas revistas. Pero cuando en 1975 se me presentó la oportunidad de publicar mi primer libro de poesía, renuncié a ello, convencido ya entonces de que mi obra poética tenía que escribirse en catalán, porque el catalán era la lengua que había escuchado habitualmente en casa y porque, por encima de todo, era y es mi propia lengua y la de mi país. "

Veamos un poema bilingüe de José Agustín Goytisolo:

"I teniem de nou la Generalitat i el Parlament també,
i l'idioma mostra eixí de les cavernes i entrava a les escoles
Y tuvimos de nuevo la Generalitat y el Parlamento también,
Y nuestro idioma salió de las cavernas y se metió en la escuela,

Ningú no distingeix avui entre nosaltres els ciutadans antics dels immigrants perquè ja som un tot; i la gent parla no sols el cátala i el castellà, sinó també el francés i encara molts l'anglès.

Nadie distingue entre nosotros hoy a ciudadanos viejos de inmigrantes porque somos un todo: la gente habla no sólo catalán y castellano sino muchos también francés e inglés".

Los paralelismos que existen entre el pueblo chicano y el pueblo charnego son abundantes. No se trata exclusivamente de una cuestión de bilingüismo, sino de un problema de identidad. Somos muchos los charnegos que seguimos en la línea, en la frontera, entre sangre y lengua. Yo, por mi parte, tras un proceso de chicanización, como dice Guillermo Gómez-Peña, he decidido reinventar mi propia identidad. Porque no soy andaluza ni catalana 100%. Porque no me identifico ni con los de aquí ni con los de allá. Porque me siento más chicana que española, tomo las riendas de mi identidad, y me defino como Pocha Catalana, sin Aztlán, pero Pocha 100%.

2 comentarios:

  1. Toda una declaración de intenciones. Sin embargo, y si me lo permites, veo que las estrategias emprendidas por ambos grupos - chicanos o charnegos - no son coincidentes. Si en el primer grupo existe el spanglish yo no puedo imaginar un Catañol, aunque no niego la influencia que un idioma propicia sobre el otro.

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  2. Sí Luis, tienes razón, y eso es lo que digo en el texto, que así como muchos chicanos reivindican el Spanglish como símbolo de identidad, yo no puedo hacer lo mismo con el catañol, existe influencia y en ocasiones puedo introducir palabras en catalán mientras hablo en castellano y viceversa, pero de eso a llegar a producir un fenómeno lingüístico como el Spanglish hay todo un abismo, y ya sabemos que eso no se dará nunca.

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